Barbate es un gran Pequod, obsesionado sin límite por el atún rojo, desterrando a la ballena blanca creada por Herman Melville. Como la sombra de Moby Dick que persigue el capitán Ahab, «El Muelle de Barbate» refleja distintos escenarios del «lugar donde se lucha» proyectando otra cara del litoral de la Janda.
Gallera Bernal se aleja de la imagen habitual y nos revela a unos personajes anclados en un territorio escondido, ocultos en su propia realidad ancestral. Carpinteros de ribera, fareros, rederos, patrones, almadraberos, encargados del varadero, buzos, guardas y todo un ecosistema marítimo retratado en su entorno.
Una retrospectiva que se convierte en testimonio vivo de un espacio único, dividido en tres series: Mar de Leva, Haz de Luz y Varadero Cabo Plata.
El cementerio de las traíñas en frente de la Lonja Vieja abre Mar de Leva guiada Gallera Bernal por el patrón mayor Alfonso Reyes. La traíña es una embarcación dedicada al pescado azul en la modalidad de cerco con jareta, que constituye el grueso de la flota pesquera barbateña.
Contemplamos la poltrona de almadraba de paso que se cala en el mes de abril, comenzando su leva a mediados de junio. Eso al derecho, cuando los peces emigran hacia el Mediterráneo. Y al revés, a mediados de octubre, cuando vuelven al Océano tras el desove.
A pesar de que la almadraba de Barbate es de las más tardías, data de finales del siglo XIX, se convirtió en la más importante, al coronarse el atún como rey gastronómico del Imperio del Sol Naciente.
Fuerza y carácter, como las imágenes que muestran una vida paralela en el puerto, con una templanza alejada de la levantá, donde el gran Minotauro se deja enredar en el laberinto creado por el hombre, para finalizar en manos de otra industria, donde se procede al ronqueo del atún, como es el caso de la antigua fábrica de conserva de pescado «El Rey de Oros».
Las anclas, redes y boyas almacenadas cuando se quitan los enseres del arte de la almadraba —conocido como fase de leva— enseñan una dimensión titánica de lo que los ojos no ven, pero se imaginan. Los cielos cargados de intensidad proyectan movimiento en unos barcos relajados tras la faena.
El laberinto de redes de la almadraba se enlaza desde las alturas con el Haz de Luz de los faros inmunes al azote del viento. Un trabajo en equipo liderado por el último farero del cabo de Trafalgar, Luis García Cernuda, junto a Esteban Naranjo, dentro de la competencia de la Autoridad Portuaria de la Bahía de Cádiz. Y en Algeciras, Francisco Miranda, nos alumbra desde el faro Camarinal.
Juegos de luces y sombras proyectadas por un sol bravío con el sonido de fondo del oleaje, que se transmite sin oír como si ese faro fuera el interior de una gran concha. La dureza de las manos, los filos de los prismas, los reflejos que proyectan las lentes de un espacio concebido para iluminar la oscuridad, guiar entre las tinieblas.
Subiendo los 165 escalones, paso a paso, del faro de Trafalgar, se divisa con perspectiva las dunas móviles, los confines del mar protagonista de la última gran batalla naval, las ruinas de la torre almenara construida por el duque de Medina Sidonia, cuyas piedras se integran dentro de su estructura.
El cabo de Trafalgar seguirá siendo ese gran espacio virgen, con sus dunas móviles y playas salvajes lindando con los pinares del Parque Natural de la Breña, si nadie altera la normativa de Protección y Prevención del Patrimonio Histórico de Carácter Arqueológico en Barbate, que le otorgó el máximo nivel de protección para que se conserve íntegramente para la posteridad.
Gallera Bernal documenta como si estuviera en el interior del animal oceánico la construcción de un falucho de propulsión por los carpinteros de ribera a través de las directrices de Ramón, encargado del Varadero Cabo de Plata.
Un oficio en peligro de extinción dedicado a la creación de embarcaciones en madera con el método tradicional de quilla, cuadernas y forro, que constituyó una de las actividades pesqueras que mayor relevancia tuvo en Barbate.
Tierra de fenicios. Tierra de sal. Tierra de tareas artesanales. La sangre que corre en mayor cantidad por este pez se convierte en las arterias que modelan el temperamento de una población, que va más allá del atún rojo, tatuando sus costumbres y usos.
Miradas de antaño que se reflejan como el mar y nos transmiten la profundidad del tiempo de una población inundada de salitre.
«El Muelle de Barbate» es un proyecto fotográfico que establece un diálogo entre el pasado y el presente, para que permanezca en el futuro, formando parte de nuestra memoria colectiva. Con el archivo histórico del barbateño Fernando Rivera, fuente inagotable para ahondar en el ayer.
Imágenes antiguas junto a vídeos de los faros de Barbate, Roche, Trafalgar y Camarinal completan la muestra enmarcada dentro de Patrimonio Litoral Gaditano por Diputación de Cádiz de la comisaria Gallera Bernal.
Esta licenciada en Bellas Artes, que nunca ha sido esclava de ningún soporte, concibe sus proyectos para que permanezcan, enlazando como si fueran nudos marineros a las personas con su entorno.
«El Muelle» es hoy de Barbate. Ayer de Bonanza en Sanlúcar de Barrameda y de Rota, villa natal de la artista. Mañana navegará a otra costa de nuestro litoral.
«Llamadme Bárbate», escribiría Melville.
Marisa Gallero