Faro constante
y sin intermitencias.
Tú, luz divina.

 

Juegos de luces y sombras proyectadas por un sol bravío con el sonido de fondo del oleaje, que se transmite sin oír como si ese faro fuera el interior de una gran concha. La dureza de las manos, los filos de los prismas, los reflejos que proyectan las lentes de un espacio concebido para iluminar la oscuridad, guiar entre las tinieblas.

Subiendo los 165 escalones, paso a paso, del faro de Trafalgar, se divisa con perspectiva las dunas móviles, los confines del mar protagonista de la última gran batalla naval, las ruinas de la torre almenara construida por el duque de Medina Sidonia, cuyas piedras se integran dentro de su estructura.

El cabo de Trafalgar seguirá siendo ese gran espacio virgen, con sus dunas móviles y playas salvajes lindando con los pinares del Parque Natural de la Breña, si nadie altera la normativa de Protección y Prevención del Patrimonio Histórico de Carácter Arqueológico en Barbate, que le otorgó el máximo nivel de protección para que se conserve íntegramente para la posteridad. […]