Aproximación a su historia
- Panorámica de la calle de la Veracruz con el convento de la Merced al fondo: Fototipia Thomas-Antonio Delgado, circa 1920
El convento de la Veracruz de Mercedarios Descalzos fue hasta su desamortización en 1835 la única institución de este tipo tras el fracaso de la fundación del convento dominico de San Joaquín en la primera mitad del siglo XVI[1] y el abandono de convento del Espíritu Santo y subsecuente traslado de las religiosas a El Puerto de Santa María en la segunda mitad del expresado siglo, debido quizás a la inseguridad ocasionada por el frecuente bloqueo ejercido sobre la bahía por la armada inglesa.[2]
Sobre su fundación en los primeros años del siglo XVII existe diversa documentación, que ha sido estudiada y publicada en parte por varios autores, como fray Pedro de San Cecilio en el siglo XVII[3], y por don Antonio García de Quirós Milán[4] o don José Luis de la Rosa Domínguez[5], entre otros, en el pasado siglo XX.
El texto que aquí ofrecemos procede del Protocolo de Bienes del expresado convento, que se conserva en la Sección Clero del Archivo Histórico Nacional, en Madrid, el cual ofrece una versión muy interesante, ya que se trata de la visión de uno de los fundadores de la casa, lo que lo convierte en un documento de primera mano.
Pretendemos con esta publicación difundir en lo posible la historia de esta casa, de la que sólo nos queda hoy la Torre de la Merced y las bóvedas anejas[6], pero que tanta importancia tuvo en la historia roteña a lo largo de los doscientos treinta y un años de su existencia, largo periodo que da para mucho y a lo largo del cual el convento estuvo sujeto a muchas vicisitudes.
El documento que tratamos, titulado “Protocolo del Colegio de la Santa Veracruz de los religiosos descalzos de Nuestra Señora de la Merced, redención cautivos, de la villa de Rota”[7], es uno de los procedentes del convento conservado en el Archivo Histórico Nacional de Madrid, en el que, aparte de la habitual relación de bienes y censos, se insertan interesantes noticias sobre el origen, fundación e historia del convento, que iremos desarrollando en sucesivas entregas.[8]
La que hoy ofrecemos a los lectores es precisamente la parte que trata de la fundación del convento, cuyo texto dice así:
“Notorio fue a todos como en el año 1604, gobernando la Iglesia Católica la Santidad de Clemente Octavo, las Españas Su Majestad Católica el Sr. D. Felipe III, siendo arzobispo de Sevilla el Illmº Sr. D. Fernando Niño de Guevara, del Consejo de S. M., duque de Arcos el Excmº Sr. D. Rodrigo Ponce de León, marqués de Zahara, conde de Casares, señor de la villa de Marchena y de la Casa de Villagarcía, etc., habiéndole suplicado nuestro R. P. fray Juan Bautista[9] fue servido S. E. darnos licencia para que en su villa de Casares se fundase convento de nuestra reforma, a cuyo fin vino a Marchena desde el Almoraima, donde al presente era comendador y traía cartas de algunos clérigos que solicitaban lo mismo, respondió S. E., no tenía a Casares por lugar suficiente para sustentar convento, pero que daría fundación en otro mejor, que es su villa de Rota, lugar remediado y de más conveniencia.
Pasó nuestro R. P. a Sevilla, habló al Reverendísimo General, que era el nunca bien alabado el maestro fray Alonso de Monroy, XXXV General del Orden, el cual se alegró mucho, y habló con nuestro padre Bautista en que haría lo que conviniese para el logro de esta fundación, mandándole se volviese a su encomienda, y que de camino pasase por Rota y viese que lugar era y le avisase desde Cádiz.
Tratábase en este tiempo de nuestro convento de Osuna, para cuyo efecto envió el Reverendísimo a nuestro padre fray Luis de Jesús María acompañado del padre fray Pedro de San Clemente, mandándoles que de camino visitasen al duque de Arcos en su nombre, para quien el Reverendísimo escribió carta en orden a esta fundación. Hiciéronlo así; los padres visitaron a S. E., que los recibió con mucho cariño, vio la carta del Reverendísimo General, a que respondió no haber enteramente ofrecido fundación, pero que ahora daba palabra de ayudar al intento, y en cumplimiento de ella escribió a su corregidor, don Fernando de Godoy, para quien también llevaban carta del conde de Luna, don Antonio Alonso Pimentel y Quiñones, primogénito del conde de Benavente, que pocos días antes había casado con doña María Ponce de León, hija del duque de Arcos y de la duquesa doña Teresa de Zúñiga, su mujer.
Era el corregidor muy acepto al conde, y tenía con él mucha mano. Vinieron a Rota los dichos padres, donde fueron muy bien recibidos del corregidor, hospedándolos en su casa y a su mesa y entendiendo eran carmelitas descalzos, de quien era muy devota la duquesa de Arcos.
Es muy de notar que habiendo tenido el corregidor en su casa dichos religiosos algunos días, y tratado con ellos a los más principales de este lugar muchas veces y dicho el duque en su carta eran religiosos del orden de la Merced, ninguno hizo reparo en ello, hasta que un día después de despachada la carta respuesta a la que S. E. escribió al corregidor, advirtió eran religiosos de la Merced, advirtiendo traían escudos de la Merced en el pecho.
Arrepintióse entonces de haber favorecido la pretensión, por estar muy sentido con los religiosos de la dicha observancia, porque a instancias del convento de Jerez le había enviado el duque pocos días antes un juez de residencia. No hay duda hubo misterio en este seguedad (sic), y más en el corregidor, que era hombre bien entendido.
Finalmente, habiéndose vista la carta de S. E. en el cabildo que se hizo para ver si era conveniente y útil la fundación, respondieron a S. E. carta en que significaban cuanta utilidad se les seguía de dicha fundación con palabras bien significativas, y que esta se hiciese en la ermita de la Santa Veracruz, para lo cual hicieron cabildo con dicha ermita, asistiendo todos los hermanos y prioste de la cofradía, que dijeron que, siendo gusto de S. E., con su licencia darían a los dichos padres la ermita y ornamentos con las condiciones que la Villa había asentado con ellos. La fecha de esta respuesta está a 18 de agosto, año 1604, firmada del corregidor don Fernando de Godoy Medina, Gonzalo Benítez, Francisco Fernández, Juan García Rendón, Juan Andrés de Villafañe, Gonzalo Márquez,[10] Francisco Márquez, escribano de Cabildo.
Recibió el duque la respuesta de su carta, y conociendo por ella la necesidad y conveniencia de esta fundación y el gusto que de todos era admitida, mandó despachar su provisión, en que dio licencia para que se hiciese, cuya fecha es en su villa de Marchena, en 5 días del mes de septiembre de 1604 años, refrendada de su secretario Agustín de Fuentes[11].
Anduvieron tan finos estos señores del Cabildo que remitieron un regidor, cuyo nombre no consta, a Su Ilustrísima el Sr. Arzobispo, don Fernando Niño de Guevara, a que solicitase la licencia de Su Ilustrísima para que se fundase cuanto antes este Colegio, escribiendo carta firmada de todos y ponderándole cuanto bien se les seguía de que se hiciese, y supo ponderárselo de manera que el Sr. Arzobispo dio su licencia, cuya fecha es en Sevilla, en 5 días del mes de octubre de 1604, refrendada del Dr. Francisco Balça, su secretario.
Con dichas licencias volvió a Rota el dicho padre fray Pedro de San Clemente, y en cumplimiento de lo dispuesto hizo con el Cabildo, con el Clero y con la cofradía de la Veracruz los asientos y escrituras que convinieron, en virtud y comisión que había dado el Reverendísimo General Monroy.
Estando dichas licencias y habiendo hecho con la Villa (ilegible)[12] fray Luis de Jesús María, nombró el General al mismo padre para que, dejando en orden la dicha fundación, se volviese a Sevilla. Dióle por compañeros a los padres fray Pedro de San Clemente, fray Juan de San José, a la sazón vicario de nuestro convento de El Viso, y al hermano fray Juan de la Concepción, lego, de nación navarro, hijo de la provincia de Aragón, que acababa de descalzarse, teniendo de edad más de sesenta años, y de hábito poco menos de cuarenta. Era hijo de hermano o hermana del insigne don Martín de Azpilicueta, navarro.
Llegaron a Rota domingo en la tarde 24 de octubre, y el día siguiente, lunes 25, les dio posesión jurídica de la ermita de la Veracruz el licenciado Gaspar Correa Salgado, vicario de dicha villa, por ante Francisco Márquez, escribano público, que dio testimonio de ello.
El martes 26, dedicado a San Evaristo, Papa y Mártir, se hizo fiesta muy solemne para traer en procesión el Santísimo Sacramento de la iglesia mayor a la que ya era nuestra. Adornáronse las calles, y con asistencia de todo el pueblo se trajo. Predicó nuestro padre fray Luis de Jesús María. Esto hecho, se volvió a Sevilla, dejando por presidente de orden del General a nuestro padre Juan de San José, y dentro de pocos días el General le envió patente de primer comendador y por súbditos a los padres fray Fernando de las Llagas y fray Andrés de la Concepción, acompañados por el padre fray Juan Pinto, alias De los Ángeles, que se volvió a la observancia.
- El convento de la Merced a finales del siglo XIX: Foto Laurent
Copia de una carta que escribió N.M.V.P. Fray Juan de San José de lo sucedido en esta fundación de orden de N.P. Vicario General, Fray Fernando de Santa María.
Por cumplir con la obediencia, diré lo que se me pudiere acordar acerca de la fundación de este Colegio que tiene la Religión en la villa de Rota, tercero de nuestra familia descalza.
El principio que tuvo ya hemos dicho en lo antecedente. Prosigue contando todo lo que dejamos dicho con poca distinción, y dice [que] no había más vivienda que un aposento junto a la ermita que servía de lavar a los disciplinantes cuando el Jueves Santo venían de la disciplina, el cual se llovía todo, y aquellos días envió Nuestro Señor abundancia de agua, que caía buen golpe dentro. Tarima no había ninguna, y menos dinero ni caudal para poder hacerlo, porque entiendo que sin blanca entré en la Fundación. Unos bancos que había en la ermita nos servían de día para sentarnos, a hora de comer de mesa, y de noche hacían oficio de tarimas, en los cuales dormíamos revueltos en nuestras capas de jerga, y a la sazón hacía muy buen frío, y como el abrigo era tan tenue, se pasaban como Nuestro Señor sabe, aunque con un júbilo y alegría extraordinaria.
Debióse pasar de esta suerte obra de un mes, al cabo del cual fue Nuestro Señor servido de irnos previniendo, y aunque fiadas, se trajeron mantas de Cádiz y se fueron haciendo tarimas y comprando lo de más necesario para el servicio del convento, a lo cual acudió Nuestro Señor con tan larga mano que en obra de dos años y medio que yo fui allí comendador hasta ir al capítulo de Cazorla se compuso la iglesia de la forma que ahora está (habla de aquel tiempo en que escribió la carta) y se compró [ilegible] y acomodó la vivienda de suerte que se podía muy bien pasar mientras se labraba el edificio que había de durar. En materia de sustento era cosa maravillosa la caridad con que todos nos asistían todo el tiempo que yo fui comendador; no tuve panadera, porque de la limosna de pan que nos daban había sobrado, de suerte que cuando acabé mi oficio una hija de confesión debía al convento obra de 20 fanegas de pan cocido de lo que sobraba, que lo gastaba ella en su casa para darlo cuando el convento tuviera necesidad. La causa de acudirnos con tanta liberalidad y caridad era ver el provecho que sentían en sus almas con la fundación del nuevo convento, porque con ser tan pocos acudíamos al consuelo de sus almas como si fuéramos muchos, y se seguía la comunidad con gran puntualidad.
Pero en particular, a lo que puedo alcanzar, dos cosas hubo en esta fundación que fueron causa de todo el bien que nos hacían todos los del lugar. La primera fue que, habiendo muy gran seca aquel año en que se fundó aquel convento, porque no había llovido, y así no se podía sembrar, y lo que estaba sembrado se perdió, por lo cual se hacían muchas procesiones en toda Andalucía, y parecía ser de bronce el cielo, el convento se determinó a hacer una con mortificaciones públicas, la cual causó tanto asombro en todo el lugar que parecía un día de juicio. Los gritos de la gente, el llanto de todos, y las mujeres, muchas de ellas mesándose los cabellos, dando voces que por sus pecados enviaba Dios aquel castigo, de suerte que el día siguiente, que fue martes de Carnestolendas fueron tantas las confesiones como si fuera Jueves Santo, y en lugar de las naranjas o disfraces que aquel día suele haber en los lugares había mortificaciones y penitencias públicas de la gente del lugar, y desde aquella noche del día que se hizo la mortificación pública de los religiosos fue Nuestro Señor servido de que empezase a llover y la gente empezase a alentarse y a cobrar tanta devoción con el convento que les parecía tener librados sus buenos sucesos en él.
Y la segunda cosa que movió a todo el lugar a hacernos bien fue el gran provecho que se había por medio del convento en sus almas, porque como aquel convento se fundó con condición de que se dijese una misa antes de amanecer, con intento de que la gente que iba a trabajar hubiese dado a Dios aquella primicia del día, a la cual acudía tanta gente que se henchía la iglesia y compás. Dióse orden de que en alzando la hostia postrera de la misa entrase el convento en su oración y se leyese hasta el fin de la misa la meditación, la cual fue obrando tan maravillosos efectos dentro de breve tiempo que se reformó el lugar en frecuentar sacramentos, porque de antes que el convento se fundase lo hacían muy de tarde en tarde, y empezó mucha gente a tener oración, así hombres como mujeres, unas personas quedándose en la iglesia la hora de oración de la comunidad, otras yéndose en oración a sus casas a cumplir con sus obligaciones, y de la gente que iba al campo muchos se iban en oración, y los días de disciplina de la comunidad acudían a ella más de setenta personas, muchas de ellas que venían de trabajar, antes de ir a sus casas, y algunos que se quedaban en el campo la tenían allá.
Los días de fiesta venían mucha gente al convento, así hombres como mujeres, y las mujeres se estaban en oración toda la tarde en la iglesia y los hombres se entraban en el convento y se repartían con los religiosos que había, a los cuales se les leía algún libro devoto y se les estaba instruyendo en las cosas de su salvación, con lo cual estaba aquel lugar hecho un vergel del cielo. De esta suerte quedó cuando yo fui al capítulo de Cazorla, sírvase Nuestro Señor haberle conservado en aquellos fervores de entonces y a nosotros darnos gracia para que cumplamos con nuestras obligaciones con perfección, que cumpliendo con ellas seremos agradables a Nuestro Señor y de provecho a nuestros prójimos.
Esto es de lo que me he podido acordar acerca de la fundación, y así lo remito a Vuestra Reverencia, a quien suplico me encomiende muy de veras a Nuestro Señor, que tengo mucha necesidad. De Madrid y enero 30 de 1632 años. Hijo de V. Rcia fray Juan de San José
No he querido dejar esta carta sin trasladar a este nuestro protocolo del antiguo, así por lo relevante del sujeto, tan digno de veneración (como todos sabemos) vicario primero, general de nuestra reforma electo por el Sumo Pontífice, y a quien debemos todos nuestros buenos principios, como por la verdad y llaneza de estilo con que la escribió para alentar nuestros corazones en la perseverancia de las con que hicimos a Dios sacrificio de nuestras voluntades. Gracias a Su Majestad se conserva hasta hoy, sino en todo, en la mayor parte, aquellos ejemplares, Nuestro Señor sea servido dar perseverancia en ellos”.
Prosigue el texto con la relación de las casas y solares que se compraron para la construcción del convento en sus primeras fases y el destino que se les dio posteriormente. Así,
“En lo que hoy es pórtico y estancia de los bueyes, sobre unos cimientos viejos a la parte del norte labró nuestro padre fray Juan de San José unas pequeñas piezas de prestado, y en lo alto y bajo de ellas dispuso oficinas y celdas, todas estrechas, para hasta diez religiosos, haciendo sacristía del colgadillo que dejamos dicho servía de lavatorio a los hermanos que se azotaban [en] la Semana Santa, y consecutivamente a la capilla que servía de iglesia se labró otro pedazo en todo semejante a ella, de paredes muy gruesas de mampostería, que comunicándose con la capilla mayor que hoy tiene por los arcos torales hicieron un razonable cuerpo de iglesia.
Adelantaron esta obra hasta ponerla en toda perfección los padres fray Juan de San Basilio, fray Diego de San José, fray Francisco de San Lorenzo y fray Juan de Jesús. El primero de ellos y 17 comendadores de esta casa levantó las paredes de dicho cuerpo de iglesia hasta ponerla en alberca y dejó sobrada madera para cubrirla. El segundo, su inmediato sucesor en la encomienda, la enmaderó y tomó las aguas; el tercero, que fue 21 prelado, juntó de yeso y ladrillo buena cantidad con ánimo de proseguir lo que estaba en tan buen puesto, y con haber tenido el oficio más de seis años consecutivos, no pudo cumplir su intento, embarazado con otros cuidados. El cuarto y último, que entre los prelados de Rota fue el 22, puso a la obra la última mano, labrando todo lo que faltaba, en que parece haber hecho tanto como todos juntos los ya nombrados y aún más, por haber sido el tiempo de su prelacía muy trabajado e inquieto en la tierra a causa de la confusión y desconcierto que causó en toda ella la armada inglesa que de improviso envió contra España el pérfido hereje Oliverio Cromwell, cuya dañada intención tuvo el remate que a todos es notorio.
Y volviendo a nuestros principios, es de advertir que de aquella primera fábrica que de prestado hizo nuestro padre San José se sirvió el convento algunos años, hasta que sucedió en esta encomienda el padre fray Gómez de San Francisco, 3 comendador de esta casa, y fray Miguel de las Llagas, uno de nuestros cuatro fundadores, y fray Pedro de San Clemente, por el orden que va escrito, y en cuatro años poco más o menos dilataron el sitio con planta al medio día, mediando la iglesia entre esta fábrica nueva y la que dejamos dicha. Con esto quedó el convento por algunos años menos desacomodado.
- Vista general del Convento de la Merced: Foto El Trébol, detalle - Circa 1900
Prosiguiendo, pues, unos lo que otros empezaron, se puso la última mano a la iglesia que hoy vemos, aprovechándose la antigua capilla de la Veracruz y la que dije haber labrado inmediata a ella nuestro padre fray Juan de San José. Dividióse la primera, sirviendo la mitad de sacristía y la restante de presbiterio, con bóveda en ella para los religiosos hoy. La fábrica de este convento en la forma que hoy está se labró valiéndose de algunas casas y corrales de poco precio. No he hallado escritura ninguna de la compra de ellas, sin duda como iban se iban pagando, y así no hay más que las que diré ahora:
Casa que fue de Juan Moreno
Siendo comendador de este convento el padre fray Gómez de San Francisco, que de la encomienda de El Viso, de donde salió por comendador en el capítulo de Cazorla, los superiores mudaron a este convento a pocos meses de entrada en él por comendador el padre fray Fernando de las Llagas, que lo pasaron a El Viso en su lugar. Parece por escritura que otorgó Juan Moreno, alcalde de la mar, ante Alonso de Estremera, escribano público de esta Villa, a 28 días del mes de agosto de 1607, hizo donación de las que el derecho llaman intervivos de unas casas que fueron solar de Baltasar Pérez, su suegro, las cuales dice estaban detrás del convento de la Veracruz, linde casas de Diego Bernal Pacheco por la una parte, e por la otra casas solar que fueron de Juan Ruiz Romero, en las cuales dichas casas, por haberlas habido hechas solar, hizo y fabricó la obra y aposento que tenían al tiempo, y cuando las donó al convento de la Veracruz […] Esta escritura está aprobada por el Reverendísimo Padre Maestro General fray Alonso de Monroy. Fue dada dicha aprobación en Sevilla, a 20 de octubre del año 1607. […] Esta casa estaba en lo que ahora es compás o estancia de bueyes, junto a la calle que llamaron de la Sal.
Casa que fue de Bartolomé Ruiz
Ante Rodrigo Márquez, escribano público de esta Villa, en nueve días del mes de septiembre de 1613 años, siendo comendador de este convento el padre fray Gómez de San Francisco, Antón García, el Ángel, y Juan Bernal, el Ángel, su sobrino, como curador ad litem de los bienes de Isabel Suárez, hija de Bartolomé Ruiz, su hermano, y en virtud de la licencia que manifestó de la Justicia, ambos a dos juntos dieron a este convento a censo redimible unas casas que fueron de morada del dicho Bartolomé Ruiz Ángel, las cuales estaban en la Casa de la Sal de esta villa, linde con casas de Diego Bernal Pacheco, en precio cada un año de cuatro ducados de censo y tributo el día de Pascua de Navidad, etc.
Y por escritura que ante dicho escribano otorgó Juan Bernal Ángel, hijo del dicho Bartolomé Ruiz Ángel, su fecha en la villa de Rota, en tres días del mes de abril de 1619 años redimió este convento la mitad de este censo en 300 reales, porque lo demás que va hasta los 440 reales, mitad de los 880 de su principal, hizo donación y gracia al convento.
Y por otra escritura de redención que pasó ante el mismo escribano y otorgó Diego Ruiz el Mozo, e Isabel Suárez, su mujer, en diez días del mes de abril de 1620 años redimió este convento la otra mitad de casas por mano del padre fray Blas de Jesús, vicario en él, dando 30 ducados, por cuanto lo demás que resta hasta los 440 hizo de ellos gracia y donación al convento.
Casa que fue de Bartolomé Ruiz “el Viejo”
Bartolomé Ruiz, que llamaron “el Viejo” a distinción del antecedente, por cláusula de su testamento, su fecha 16 días de julio de 1618 ante Diego de Soto, declaró tenía otorgada una escritura de donación, que pasó ante Alonso de Estremera, escribano público de esta villa de Rota, fecha en 28 días del mes de octubre de 1612 años, en la cual mandó a este convento unas casas suyas propias en la calle de Luis Pinto, las cuales son hoy cocina y patio de ella, por fin de los días de su vida y los de su mujer, con cargo de una misa cantada perpetua y de veinte misas rezadas el día que falleciese, según consta de la cláusula que está por cabeza de la escritura de donación […] a que me remito.
Pedazo del jardín que dio a este convento Álvaro Méndez
Dio a este convento de la villa de Rota Álvaro Méndez Pinto, caballero del hábito de Santiago, un pedazo de su jardín para la fábrica de este convento, que es el que cae hoy al corral de las gallinas y ha de ser claustro, con obligación de que en cada un año este convento le dijese una misa cantada de Nuestra Señora del Rosario y tres rezadas, las dos el día de Todos los Santos, y la otra [en el] día de los Difuntos. La escritura de obligación no parece entre los papeles de esta casa, sólo esta obligación veo anotada en el protocolo viejo. Asimismo, se verá en el legajo 1 de fundación unos autos que pasaron ante juez conservador sobre la toma de este jardín y el pleito que hubo en ella.
Casas que fueron de la capellanía de Pedro Márquez Ruiz y Teresa Pérez
Siendo comendador de este convento el padre fray Juan de San Basilio, por el año de 1638, con licencia que hubo del venerable padre provincial y definidor fray Alonso de la Concepción, refrendada de su secretario, fray Martín de Santa María, tomó a censo y tributo unas casas que fueron de la capellanía de Pedro Márquez Ruiz y Teresa Pérez, su mujer, de la cual era capellán el licenciado Bartolomé Ruiz Bejarano, y dichas casas están incorporadas en la fábrica de este convento, ya cual en el año que padeció la peste esta villa de Rota sirvieron de enfermería, con el cargo de pagar todos los años 11 ducados de tributo redimible a dicha capellanía.
Juntamente pagaba este convento ducado y medio de otro pedazo de casa que también tomó este convento para su fábrica perteneciente a dicha capellanía, y uno y otro hacen 137 reales y medio, los cuales redimió este convento siendo comendador de él el padre fray Matías de la Concepción. Las diligencias que pasaron en orden a la toma de la casa y lo demás a ella perteneciente consta de la escritura que pasó en esta villa de Rota por ante Francisco de Arroyo, escribano público en ella, a 7 días del mes de junio de 1638.
En 26 de junio de 1661 hizo este convento depósito de 3.080 reales, principal de los dos tributos arriba referidos, uno de 11 ducados y otro de ducado y medio que este convento pagaba a la capellanía que fundó Pedro Márquez Ruiz y Teresa Pérez, su mujer, el cual se hizo por la Justicia, y a 2 de septiembre de dicho año, por orden que envió el señor provisor de Sevilla al vicario de esta villa, don Francisco de Villafañe, impuso dicha cantidad sobre casas en la calle de la Veracruz que eran de Sebastián Martín Palacios, todo lo cual, así depósito como imposición, pasó ante Andrés García de Rivera, en el año citado arriba.
Está este tributo redimido.
Cesión por la Villa al convento de la calle contigua al cuarto grande que cae al mar
Parece que habiendo reconocido que una calle que pasaba pegado al cuarto principal de este convento le era de incomodidad el tránsito de la gente que por ella pasaba […] se pidió a S. E. el duque de Arcos hiciese gracia de ella a este convento, obligándose a dar calle por la banda de afuera más cercana al mar bastante al útil de dicha villa, y S. E. lo tuvo por bien y dio su licencia en forma para que, vista la que se ofrecía por el Cabildo y Regimiento de dicha villa se consiguiese la merced, y vista por los señores diputados, se dio dicho sitio y calle, que es el que hoy tiene el convento arrimado a dicho cuarto del levante y sirve de jardinillo a la sacristía y del horno del yeso y lagar, y el convento hizo todo el tránsito que hoy se ve, que llaman de las Almenas, donde antiguamente había el horno de yeso y llamaban corral de conejos, la cual obra y su reparo hizo el padre fray Sebastián [tachado De la Concepción] en el tiempo de su encomienda, y es tan bastante y espacioso como se ve, y en (ilegible) de 16 de agosto de 1645 años, siendo comendador de este convento el padre fray Juan de Jesús, se determinó la vista de lo propuesto, como consta de su instrumento que pasó ante Jerónimo Márquez, escribano del Cabildo.
En el año de 1759 pretendió un vecino de esta villa el sitio que hace rinconada al corral de la tahona para en él labrar y el convento se opuso con petición, y entrando en acuerdo la Justicia se decretó a favor del convento, respondiendo al pretensor no hay lugar, por ser este sitio de las Almenas el desahogo de la comunidad y menesteroso para sus procesiones”.
Hasta aquí el texto del protocolo en lo tocante a la fundación del convento.
- Panorámica del convento de la Merced: Fototipia Thomas - A. Delgao, circa 1920
- [1] Pretendió fundarlo don Rodrigo Ponce de León, primer duque de Arcos, si bien falleció antes de hacerlo. En 1533 estaba en pleito entre los tutores de don Luis Ponce de León y los frailes. (Archivo General de Simancas, CRC 460.12)
- [2] San Cecilio, P. Annales del Orden de Descalzos de Nuestra Señora de la Merced, redención de cautivos cristianos, Barcelona 1669.
- [3] Annales del Orden de Descalzos de Nuestra Señora de la Merced, redención de cautivos cristianos, Barcelona 1669.
- [4] Historia de la Ermita y Cofradía de la Veracruz (Cuatro siglos de historia local), Rota 1974.
- [5] El Convento de la Merced de Rota y la Virgen de la Escalera, Fundación Alcalde Zoilo Ruiz-Mateos, Rota 1981.
- [6] Lo que quedaba del cuerpo de la iglesia y la parte correspondiente al primer patio y capilla de N. S. de la Escalera fueron demolidos en los años 20 del pasado siglo para la construcción del Mercado Público, cuyo patio, no obstante su aspecto conventual, fue construido de nueva planta en 1929 al igual que el resto del edificio.
- [7] Este documento fue redactado en torno a 1688, si bien contiene adiciones posteriores.
- [8] Sección Clero del Archivo Histórico Nacional, libro 2078.
- [9] Ilegible en el manuscrito y recompuesto con el auxilio de los Anales del Orden de la Merced de fray Pedro de San Cecilio.
- [10] Nota al margen: Oficiales del Cabildo.
- [11] Como podemos apreciar, y en contra de lo que se cree tradicionalmente, el duque no promovió ni costeó la edificación del convento, sino que se limitó a dar las provisiones y licencias oportunas para que así se hiciese por los frailes de acuerdo con la cofradía de la Santa Veracruz.
- [12] Podemos reconstruir el sentido a través de los Anales, cuyo texto dice así: ”Estando ya en poder de nuestro padre fray Luis de Jesús María las licencias y recaudos referidos, se trató de ir a efectuar la dicha fundación. Nombró el General para ella al mismo padre, con orden de que, dejando aquello asentado, se volviese a Sevilla. Dióle por compañeros a los padres fray Pedro de San Clemente, fray Juan de San José, etc.”